viernes, 18 de enero de 2019

Comida cruda

Supongo que el sushi sin tocar sobre la mesa abierto,
era un pretexto barato para el "no debiera";
un extintor vacío justificando su existencia
como si el fuego que arde en sus pupilas
necesitará de ridículas excusas
para no volver la habitación incendio.


—Explícame otra vez lo de “imposible”,
repíteme el adiós definitivo— ruego,
pero intenta esta ocasión que el suelo,
no se abra empapándonos de vértigo,
no tiemble al imantarse nuestros labios
no se rompan las predecibles lógicas
no implosionen las tan químicas razones
que nos llevan de cabeza al precipicio.


Ni siquiera hemos probado la cerveza...


Dos botellines ya calientes y hasta arriba nos recuerdan
que tenemos prioridades de placeres,
que la cuenta atrás nos llevará por delante
como un tsunami de segundos malgastados,
y que esta punzada perenne estará aún fresca,
estará verde,
cuando caduquen los surimis y aguacates.


Sobre la mesa el sushi
y dos cervezas ignoradas que nos gritan
que esta historia eterna
nació tallando
sobre ambos pechos su epitafio.


—Llévatelo y mañana en el hospital lo comes, Sara,
no me gusta desperdiciar comida—.
Después cierro la puerta y abro
la caja de Pandora del "hubiera"
para invitar a todos sus demonios
a cenar esta noche conmigo.


Ya escuchó el rechinar de sus dientes:
...vienen
a devorarme
crudo....

Pablo García-Inés

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