miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿El hombre o el poeta?


¿Quién existe, quién gobierna
el hombre o el poeta?
¿Quién decide de los dos?
El hombre no es capaz de crear del alma.
El poeta, se alimenta de ellas.

El hombre, sentado frente a la mesa de madera.
La vela, la llama 
bailando el silencio sepulcral.
La mira a ella, la siente.
La ve tan lejos,
estando tan cerca.

El hombre quisiera compartir el fuego.
Tal vez el humo atenuando la luz.
Se mira en el espejo del cuaderno,
buscando al poeta.
Quiere escribir. Escribirle a ella.
El hombre llamando al escritor.
El hombre, cansado de ser hombre.
Y el poeta haciéndose de rogar.

No vendrá esta noche. Tal vez sí.
No es el hombre el que manda.
El hombre obedece. Suplica.
Que acuda el poeta.
¡Que sea él quien dé la cara!
Que aproveche.
¡Escribe poeta escribe!
Ponle arte a los miedos,
Evacúa 
el alma del cuerpo.
Se quema.
¡Escribe poeta escribe!
Sufre bonito y en metáfora.

Olvida al hombre,
Hace tiempo que mueves la pluma.
Le mataste.
Hombre o poeta.
Solo poeta.
Vuelas.
Abajo queda el cuerpo del hombre.
Cerca de ella.
Demasiado lejos.
El hombre queda solo. 
El poeta aprovecha
Se adueña del tiempo
Le mueve la mano.
El puño se para.
Punto.

El hombre vuelve.
La mira a ella.
La desea.
Quisiera compartir el fuego.
Se quema.
Le duele el pecho.
Cada latido.
Se arrodilla.
Coge el cuaderno
Quisiera dibujarla 
meciéndose junto al fuego.
Dibujarla en letras.

El hombre se va.
Se aleja.
Vuelve el poeta.
Baila la pluma cuando el hombre no baila.
El hombre añora.
El poeta canta.
Duerme tan cerca y la ve tan lejos…
¡Te siento tan lejos cuando estás tan cerca!
Me dueles.
Me curas.
Me sé de memoria tu mirada.
Memoricé cada parpadeo.
Te escribo.
¡Para ti mis letras!

El hombre se siente traicionado.
El poeta agradece.
Nace de tu ausencia.
Se lo debe todo.

¡Abraza al hombre!
¡Al poeta le sobran los halagos!
Pero el hombre se muere.
Solo.
Al hombre los versos le importan un carajo.
Quiere abrazarla
La ve tan cerca
Pero está tan lejos…
El fuego la lame.
La guarda en su memoria
Las llamas conocen las historias de los viejos
Ahora tratan de memorizarla a ella.
Llamaradas de sol y sombra dibujándola.
Y el poeta vuelve.
Y la mano fluye.
Para él ha sido suficiente con mirarla
Se crece.
Tus ojos tus labios tus latidos.
Tus cosquillas en la pluma y en el alma.
¡Para ti mis versos!
¡Para ti mis letras!

Se mueve, se gira.
Dibuja la media luna del cielo
de lado a lado de la hamaca.
El hombre la mira.
La arropa.
Le da la espalda.
El poeta habla
nunca habla,
susurra.
El hombre grita
Se enfurece
Se calma

La noche crece
El hombre se tiende sobre la cama de palma.
El hombre duerme.
Solo.
El poeta se muda de  hemisferio.
Seguirá despierto cuando el hombre caiga.
Mientras el hombre sueñe el poeta aguanta.
Mañana, a la luz del fuego,
Se verán las caras.

(En algún lugar de la selva ecuatoriana,
junto al fuego, cerca de ella, demasiado lejos...)

Pablo García-Inés 
 Septiembre 2011