domingo, 7 de octubre de 2012

El dolor se dice callando


Homenaje a Benedetti


El maestro de maestros acababa de fallecer. Aquel simpático poeta uruguayo de bigote cómico, carácter bonachón y apellido florentino se había marchado para siempre. Dejaba como regalo al mundo el secreto de su táctica y la humildad de su estrategia, la pasión de los formales al calor del frío y las miles de primaveras con sus miles de esquinas rotas. Aquel defensor de la alegría nos enseñó a no salvarnos jamás y a querer con júbilo y alegría y viceversa. Antes de partir ofreció a los cartógrafos imperiales una magistral lección de geografía demostrando que el Sur, efectivamente, existía.


Otro maestro de maestros, otro uruguayo de pasaporte universal, lloraba la muerte de su querido y admirado amigo. A las puertas del tanatorio Eduardo Galeano era abordado por los periodistas, rodeado por las cámaras, interrogado por los micrófonos. Entonces... perdió el habla, y el reportero no entendió. Aquel mago del lenguaje, aquel maestro del verbo, aquel malabarista de la pluma, no encontraba los términos para expresar la pérdida, la ausencia, la huella. Poco a poco, despacio, de su garganta brotó un suave hilo de voz: -El dolor… se dice callando- aseveró. Enmudeció el aire. Los periodistas se retiraron sigilosos a asimilar la lección.


Y así el silencio, la ausencia de palabras, se convirtió en el mejor homenaje a aquel artesano del habla que con tanto cariño siempre las cuidó.




Pablo García-Inés

Madrid 2012