¿Qué se siente al cumplir
los sueños de otro?
Ojalá la merezcas.
Qué coño,
ojalá no.
No.
No la mereces.
¿Qué cojones sabrás tú
de perderte en sus paisajes?
Nada.
Ella rompe brújulas y mapas
con un solo soplido de ojos,
y solo yo conozco el camino de vuelta
a base de años de cartografiar sus curvas
y lanzarme al río de lava
que nace tras del telón de sus párpados.
Justo detrás.
Los sueños de otro
estrujándolos con una mano…
¿Qué se siente?
¿Es como robar un saxofón?
¿Cómo dibujar una polla gigante
en la pared de un convento de clausura?
Yo que sé.
Los sueños de ese otro,
suelen ser los míos.
Ojalá no le llegues ni a los tobillos.
No le llegas.
Qué sabrás tú de alturas
que nunca has volado
a tres lunas de distancia
con sus polvos de hada.
Polvazos
de hada.
Que sabrás tú de ella,
que no has perdido el alma por su ausencia
el norte por su olor en la almohada
ni la cabeza al ver que se aleja
de ti
y no vuelve.
Nunca vuelve.
La he llorado más de lo que tú la reirás nunca.
Te llevo cinco infartos de ventaja.
No la mereces.
Ni uno solo de sus lunares
ni sus despistes de colegiala pasota
ni esa manera de caminar
que parte el suelo y el pecho
en dos mitades
incompletas.
Dos mitades.
Me siento medio solo
o solo entero.
Conmigo.
Sin ella.
Los sueños de otro.
¿Se siente poder?
No lo tienes.
La tengo yo más en mis letras
de lo que jamás
la tendrás tú en tus manos.
La añoro.
A mi manera claro.
La guardo en mis cajones,
en hojas sueltas.
Que sí,
que yo también mancho sábanas
recordándola,
recordándola,
pero más cuadernos,
muchos más.
De otro,
estás cumpliendo
los sueños de otro,
los sueños de otro,
recuérdalo
(te jodes)
no son los tuyos.
Pablo García-Inés
Madrid 2012